Empezamos
a tener la archipresente palabra crisis adentrada en todo nuestro ser y sus
circunstancias de una manera apabullante, abrumadora, yo diría incluso,
asfixiante. Forma parte ya de una manera absurdamente natural de nuestras conversaciones,
de nuestros actos, de nuestros pensamientos, incluso de nuestras excusas, que
es peor.
Uno
de los aspectos en que la denostada crisis ha hecho hincapié ha sido en los
profesionales de alta experiencia, en aquellos que acumulan carreras de más de
treinta años a sus espaldas, provenientes de casi todos los sectores aunque
fundamentalmente con orígenes en los servicios. Profesionales que desde los
alrededores de la cincuentena han visto cómo sus cimientos (nada que ver en la
mayoría de los casos con los famosos cimientos endebles y quebradizos de la
burbuja del ladrillo) se han resquebrajado, se han venido abajo, han mostrado
una cara que no vislumbraban en todos aquellos años de la denominada bonanza
económica (si es que lo era).
¿Y
ahora qué? Esta interrogación es la tan temida pregunta que cualquiera de estos
profesionales perplejos y desconcertados por una perspectiva poco o nada
evaluada, ni siquiera prevista, casi ni se atreven a hacerse a sí mismos y
mucho menos a los de su entorno más cercano.
El abuelo tiene un plan |
Pues
ahora toca no abandonar, toca pensar, toca actuar, toca alimentar pequeñas
esperanzas por alejadas que parezcan de las propias capacidades. Ya sabemos
(mira que se está repitiendo la consabida definición) que crisis es cambio,
transformación, metamorfosis. Pero crisis es etimológicamente (en griego)
separar, decidir, reequilibrar. Además, existe idéntica raíz en palabras como: criterio
(discernimiento, juicio, norma para conocer la verdad), crítica (separar
lo bueno de lo malo), criba (selección rigurosa), crispar (causar
contracción repentina y pasajera).
Es
decir, toca decidir, toca aportar, toca enjuiciar, toca reequilibrar. Lo que en
verdad debería tocar es proclamar cuan de interesante es aunar el pasado con el
futuro, el bagaje de tantas vicisitudes con las fuerzas de mejorar y perfeccionar,
tanta acumulación de información de tantos años con tantas posibilidades de
utilizarla en las nuevas mecánicas; en definitiva, aunar, combinar, armonizar,
acoplar la experiencia (X) con la innovación (I) en una nueva fórmula que
permita a las empresas, a la política, a la sociedad y, por tanto, a las
personas, extraer lo bueno de la madurez con lo mejor de la juventud. Todo el
mundo es necesario si se conjugan adecuadamente por un bien común los
diferentes elementos de una valiosa mezcla.
Ahora
que las edades profesionales van a tender a alargarse (por los diferentes
factores que todos sabemos) los nuevos departamentos de X+I se harán
imprescindibles para cualquier organización responsable, emprendedora, audaz,
solvente, donde se busquen con ingenio las nuevas fórmulas en que la
experiencia trabaje al servicio de una compañía sin que suponga para esta
ningún hándicap y se integre con la juventud con el fin de que juntos aporten
la innovación necesaria para que el conjunto gane enteros a todos los niveles.
Ángel Luis Herrero
Socio Consultor
en InnoSIB
Foto cortesía Dreamstime
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