domingo, 3 de agosto de 2014

Si todos los chinos saltaran a la vez…

Ya saben el dicho aquel de “Si todos los chinos saltaran a la vez… “. Se colegía a continuación que la Tierra podría cambiar de órbita o desviar su eje de rotación. No sé si puede ser verdad, si las actuales leyes de la física moderna lo sustentarían. Realmente no lo sé. Aunque yo creo que con lo que nos cuesta ponernos de acuerdo en un ámbito mucho más reducido para hacer cosas a un mismo tiempo, entiendo que poner de acuerdo a unos miles de millones de personas para realizar algo a un mismo tiempo ha de ser muy cercano a lo imposible.
Es por ello que la tan manida globalidad del mundo, la aldea global, la mundialización es un concepto que está arraigando en nuestros coloquios y en nuestras opiniones sin saber muy bien el alcance que puede tener.
Donde mejor y con más precisión se adecua el término global es en el aspecto económico y financiero. Se habla de la economía global para plasmar la interdependencia económica y mercantil entre los países por la necesidad (fundamentalmente, de los países económicamente más fuertes) de ampliar las fronteras de sus transacciones comerciales para poder mantener los niveles consecuentes a sus objetivos financieros. En este terreno hablamos de: multinacionales, expansión del comercio internacional, desarrollo del tercer mundo, concentración empresarial, liberalización de mercados, reducción de costes de producción y otros muchos vocablos de similar transcendencia. Y de la economía es muy fácil traspasarse al terreno político: políticas comunes, impulsos de las democracias (o caídas de los tiranos), movimientos sociales, visiones ecoambientales, implantación de ideologías y múltiples variantes de organizar el mundo desde los púlpitos más ostentosos (G-8s, FMIs, OTANs, ONUs, Foros de Davos,…).
Bien, todo este enjambre de envolturas solo se refieren a los aspectos mercantiles (algunos quieren traducir rápidamente por bienestar social) de nuestras vidas.

La familia global

Pero la globalización realmente va (y va a seguir yendo) mucho más allá, hacia unos confines aún no vislumbrados. Porque su base, su sustento está en la tecnología. Sí, en la tecnología que permite intercambiar información a nivel mundial —y quizá interestelar dentro de poco— entre todas las personas del planeta individualmente, con independencia de su lugar (cercano o recóndito), del momento (instantáneo), de su posición social, de su conocimiento e, incluso, de su necesidad. Porque la información puede referirse a cualquier ámbito: empresarial, político, personal, grupal, social, universal.
En el mundo tecnológicamente global la información viaja de un punto a otro a la velocidad de la luz, sin barreras, sin filtros, sin premeditación. Los próximos años, décadas, se dedicarán (gobiernos, poderes, mundo empresarial, gurús, científicos y pensadores)  con total seguridad a “ordenar” la información, a reconvertir modelos industriales, a revisar conceptos de pertenencia y afinidad personal, a redefinir consecuentemente las pautas de comportamiento individual ante el mundo interconectado.
Lo que yo sí creo ahora es que la información global será la que verdaderamente modifique el eje de la Tierra, pero no sé en qué dirección ni en qué grado.


Ángel Luis Herrero
Socio Consultor en InnoSIB




Foto cortesía de Freephotos.biz


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