jueves, 26 de mayo de 2011

Sostenibilidad: objetivo del siglo XXI

El objetivo del desarrollo sostenible es “satisfacer las necesidades del presente sin poner en peligro la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades” según la World Commission on Environment and Development. Our Common Future. (Oxford: Oxford University Press, 1987, pag. 43). Bajo esta premisa cabría preguntarnos ¿qué es una memoria de sostenibilidad y para qué debo hacerla en mi empresa?

Memoria es “exposición de hechos, datos o motivos referentes a determinado asunto”; y sostenibilidad “dicho de un proceso: que puede mantenerse por sí mismo, como lo hace, p. ej., un desarrollo económico sin ayuda exterior ni merma de los recursos existentes”, ambas definiciones según la RAE.  Por lo tanto, lo que vamos a mostrar cuando hacemos una Memoria de Sostenibilidad es la exposición de lo que hemos realizado, referente a la sostenibilidad, en un periodo determinado (normalmente cada año), al igual que se viene haciendo con las memorias o informes financieros en una gran mayoría de empresas.

Tendencia sostenible
Nos son de sobra conocidas las informaciones sobre el medio ambiente y el deterioro que el desarrollo actual está causando al mundo, fundamentalmente por parte de los países desarrollados o en vías de desarrollo. De seguir así, según los científicos más catastrofistas, en no mucho tiempo el mundo será inhabitable, y para que esto no suceda debemos establecer una serie de pautas e iniciativas que, si bien no van a resolver totalmente los problemas de contaminación, si van a evitar que lleguemos a la autodestrucción medioambiental. Y es aquí donde se sitúa la elaboración de las memorias de sostenibilidad de las empresas: no van a reducir la contaminación pero si van a certificar que las empresas que las hagan y publiquen van a tener unos comportamientos acordes a la preservación del medio ambiente, económicamente éticos y socialmente responsables. Esta información pública sitúa a las organizaciones en línea con las nuevas tendencias del siglo XXI y sus grupos de interés se sentirán satisfechos de colaborar con ellas: trabajadores, clientes, proveedores…

La memoria en sí no aporta beneficios directos y su elaboración debe ser considerada como un gasto corriente más. Pero sí nos concede valor en cuanto que las empresas que las realizan serán mejor vistas y tendrán mayor reconocimiento social. Estos dos conceptos intangibles nos aportarán la etiqueta de “empresa sostenible” y serán vistas como empresas socialmente responsables, que es lo mismo que decir que cumplen los requisitos de la triple cuenta de resultados: económico, social y medioambiental. Si ayer fue la calidad y hoy el medio ambiente, mañana será la sostenibilidad, concepto que agrupa las dos anteriores, además del económico.

Pero para hacer las memorias debemos tener claros varios conceptos:
·         No hay ley que obligue a hacerlas; es, por tanto, voluntaria,
·         Se han de mostrar los aspectos positivos y negativos,
·     Debe ser un estudio comparativo en el tiempo, es decir, no sirve de nada hacerla un año y no darles continuidad,
·         Se trata de hacer una valoración del desempeño en materia de sostenibilidad y
·         Debe estar apoyada por la dirección y por los grupos de interés de la organización.

La rendición de cuentas ha de ser transparente y debemos rechazar aquellas que sean puro lavado de imagen y marketing para el gran consumo. Las primeras estarán limitadas ya que no tendremos referencias anteriores; la segunda y siguientes mostraran los avances que durante los ejercicios se han ido realizando, ya que otro de los puntos clave de las memorias son los objetivos a cumplir, objetivos que se marcaran las propias organizaciones y empresas y que serán el referente del siguiente ejercicio. Estos deben ser alcanzables y sostenibles y es aquí donde se explica la posición de las empresas respecto a la RSE.

En próximos artículos hablaré de:
·         RSE: coste o inversión
·         Herramientas para la elaboración de memorias de sostenibilidad: GRI




Javier Colino
Consultor de RSE en InnoSIB




Fotografía cortesía de Imagebase

domingo, 15 de mayo de 2011

En zapatillas

Se piensa, y desde tiempos ancestrales así se cree, que un buen ambiente de trabajo es aquel en que un grupo de trabajadores, operarios o técnicos mantienen entre ellos una relación de “alegría social”, es decir, cada uno cumple con su cometido sin quejas, las controversias y disputas entre iguales son mínimas y los jefes dan directrices que se ven con buenos ojos. En definitiva, la cordialidad y la camaradería imperan en las decisiones, en la actividad y el trato personal. Esto está bien. Pero esta visión del ejercicio laboral comienza a resquebrajarse cuando los aspectos económicos-financieros de la empresa se vuelven negativos, acrecientan lastres, deja ver las carencias de involucración del colectivo en los resultados.

Es en ese momento cuando el llamado buen ambiente laboral empieza a agujerearse por todas partes: las órdenes de los superiores ya no se debaten (sólo se obedecen), el intercambio de opiniones se vuelve inoperativo (antes en realidad eran superficiales) y se crean constantes desconfianzas entre compañeros (por ver quién es mejor porque puede haber consecuencias derivadas de ello). En fin, que el denominado buen ambiente de trabajo deja de ser un “llevarse bien” y un “trabajar con alegría”.
Los últimos tiempos económicos—sobre todo, hablando en términos de crisis y depresiones—están obligando a asumir cambios trascendentales para reencontrar el perdido equilibrio entre ingresos y gastos. Uno de los grandes debates, que lleva cierto tiempo planteándose, pero que no consigue modelar la forma adecuada para que se adapte perfectamente a nuestros arquetipos de planteamientos de la vida laboral y profesional es el teletrabajo.
La mayoría entiende que el teletrabajo es que un profesional no disponga de oficina propia donde instalarse o que una buena parte de los trabajadores de una empresa trabajen desde sus casas. Así sin más, no es un planteamiento correcto. El teletrabajo ha de entenderse como un sistema, más que como un puesto de trabajo. Ha de entenderse como una forma hábil y eficaz de reducir el coste de determinadas funciones, no de la persona. Ha de entenderse como una estrategia a definir dentro de los esquemas esenciales de la empresa en función de sus objetivos, de su situación y de su cultura.
Rindiendo cómodamente
En este sentido, la estrategia del teletrabajo o realización de actividades a distancia debe asentarse en que: son funciones vinculadas a la información y el conocimiento; las nuevas tecnologías permiten casi en tiempo real mantener el contacto entre los intervinientes en una actividad (jefes, compañeros y subordinados); se persigue el ahorro de costes eficaz, es decir, aquel que conlleva aumento del rendimiento y la productividad; y, finalmente, debe basarse en un perfecto equilibrio real entre la actividad presencial (en la sede de la compañía) y la remota (en otro lugar diferente).
¿Dónde ahorramos?: en desplazamientos (traducido en costes por tiempo improductivo, sobre todo, en grandes ciudades, y por desmotivación personal), en espacio (despachos, locales, salas, edificios y servicios se reducen a lo imprescindible) y en absentismo (el teletrabajo bien llevado permite una conciliación de más calidad entre las necesidades personales o familiares y las necesidades profesionales).
Bien es cierto, que no todo es ventaja. Hay ciertos posibles inconvenientes que deben ser tenidos en cuenta a la hora de un planteamiento correcto y eficaz. La opción del teletrabajo requiere ciertas dosis de autodisciplina, de motivación y predisposición a manejar de forma personal los tiempos y las tareas, de saber separar con claridad la vida personal y la laboral, sobre todo, si se ejerce el trabajo remoto en el propio hogar. Y un evidente impedimento añadido se deriva de la cultura del “te controlo sólo si te veo”.
Como todo en la vida, es preciso armonizar objetivos y adaptarse perfectamente a los diferentes condicionantes para obtener las mejores perspectivas. Porque con estos nuevos modelos que nos abren sus puertas redefiniremos el buen ambiente de trabajo como aquel que genera optimismo, incrementa los rendimientos tanto personales como colectivos y fomenta la ilusión por el esfuerzo y por los resultados, independientemente del lugar físico donde cada uno ejerza su tarea en un momento determinado. La tecnología actual nos lo facilita además.
Está llegando la era de trabajar, por fin, en zapatillas.

Ángel Luis Herrero
Socio Consultor en InnoSIB




Foto cortesía de Imagebase


miércoles, 4 de mayo de 2011

Vulnerabilidades y amenazas.

En mi último artículo publicado, el dedicado al Rooted COM 2011, hago mención en varias ocasiones al termino de vulnerabilidad. Bien, creo que es el momento de introducir formalmente dos de los conceptos fundamentales sobre los que se basa toda la disciplina de la seguridad informática, o la más amplia de la seguridad de la información. Son los conceptos de vulnerabilidad y amenaza.

El diccionario de la RAE define la vulnerabilidad como la Cualidad de vulnerable y vulnerable como Que puede ser herido o recibir lesión, física o moralmente. Para amenaza tenemos la definición (3ª) Delito consistente en intimidar a alguien con el anuncio de la provocación de un mal grave para él o su familia. Estas definiciones, si bien no fijan su uso en seguridad de la información, sí nos aproximan a la naturaleza de su finalidad.

Si recurrimos a una definición profesional (tomada del glosario de ITIL) tenemos:
Amenaza. Cualquier cosa que pueda aprovechar un Vulnerabilidad. Cualquier causa potencial de un Incidente puede ser considerada una Amenaza. Por ejemplo un fuego es una Amenaza que puede aprovechar la Vulnerabilidad de moquetas inflamables. Este término es comúnmente usado en la Gestión de la Información de Seguridad y la Gestión de Continuidad del Servicio de TI, pero también aplica a otras áreas tales como Gestión de la Disponibilidad y Problemas.

Vulnerabilidad. Una debilidad que puede ser aprovechada por una Amenaza. Por ejemplo un puerto abierto en el cortafuegos, una clave de acceso que no se cambia, o una alfombra inflamable. También se considera una Vulnerabilidad un Control perdido.

Son dos definiciones absolutamente explicativas y, como no podía ser de otra forma, que vinculan sin posibilidad de separación a uno y otro concepto. Si no hay amenazas que se puedan materializar, las vulnerabilidades son irrelevantes. Por el contrario si no somos vulnerables a amenazas existentes tranquilamente podemos pasar de ellas.

Las definiciones de ITIL (marco para la gestión de los servicios de tecnologías de la información) además nos proponen ejemplos altamente ilustrativos y todos ellos relacionados con la seguridad de la información.
En mi siguiente publicación trataré los otros dos conceptos fundamentales. El riesgo y los incidentes.







Fotografía por cortesía de FreeSotckPhotography
Licencia de Creative Commons
Las ideas de InnoSIB by InnoSIB is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported License