jueves, 21 de marzo de 2013

Una hora son sesenta minutos


¿Qué significa derecho al trabajo? El derecho de toda persona a acceder a un puesto de trabajo es como suele entenderse habitualmente este derecho fundamental y social. Además se deben añadir adjetivos como igual de oportunidades, sin discriminaciones, en condiciones morales mínimas y algunos otros de similar calado. Es cierto. Bueno, no exactamente. Los derechos fundamentales (aquellos que presuntamente han de garantizarse de forma obligatoria) suelen caer rápidamente en contradicciones muy propias de una sociedad a la que le cuesta enmarcar adecuadamente estos conceptos básicos y vitales.
La medida de la experiencia
En realidad, el derecho al trabajo es más bien un medio para acceder a otros derechos de mayor significación: aquellos relativos a cubrir nuestras necesidades, digámoslo así en general. Necesidad de comer, de vestir, de alojarse, de aprender y, por qué no, de entretenerse, de viajar, de rodearse de pequeños (o grandes) lujos. La necesidad es un concepto altamente relativo en la época que nos ha tocado vivir.
En la mayoría de los casos, tanto para cubrir necesidades elementales como para cubrir “necesidades” de mayor calibre, el trabajo es un medio y un camino para lograr los ingresos precisos para comprar esas exigencias. No obstante, hay colectivos que lo ven de otro modo: los llamados vocacionales. Artistas, científicos, médicos, periodistas piensan que su trabajo es una necesidad en sí misma y viven apasionadamente su dedicación diaria sin pensar (eso dicen) en los ingresos que les reporta.
Pero lo que se está dejando de lado en nuestra avanzada sociedad respecto al tema del trabajo (no sé si es un derecho, una obligación o algo que no se puede en realidad catalogar) es el derecho a la organización del trabajo. Y en este sentido no sólo me estoy refiriendo a que una empresa esté adecuadamente estructurada basándose en una racional división de las funciones, diferenciando e integrando correctamente a sus componentes individuales o colectivos, todo ello de acuerdo a unos principios estratégicos o valores de grupo definidos por una jerarquía. Me estoy refiriendo también a una organización de las trayectorias profesionales y laborales a lo largo y ancho de una carrera (a veces en su sentido de galopada en vez del de recorrido) discurriendo por diferentes empresas, proyectos y entidades varias.
Sí, estoy refiriéndome al derecho de que la vida laboral se organice en: primero aprendo, después comienzo a aplicar mis conocimientos (la estructura me arropa para ser productivo poco a poco), luego voy escogiendo oportunidades de responsabilidad (al abrigo de los mayores), se sigue con el aumento de la capacidad de producir de manera más consistente (el conocimiento se incrementa a la par), hasta llegar a la madurez profesional que tanto en puestos de alta jerarquía como en ubicaciones especializadas mantienen y hacen crecer el ciclo vital de la organización basada en las trayectorias profesionales y laborales. Finalmente, la llamada jubilación debería ser el broche de oro para cualquier carrera (veloz o lenta) consagrada en cualquier organización, sea como promotor de negocios, como productor de actividad, como aprendiz de méritos.
No demos la vuelta al transcurso esencial del ciclo de madurez haciendo que los inexpertos se conviertan antes de tiempo en expertos. La experiencia se adquiere con el tiempo, y las horas han de medir siempre sesenta minutos.

Ángel Luis Herrero
Socio Consultor en InnoSIB



Foto cortesía de Imagebase

lunes, 4 de marzo de 2013

Innovación: imaginación y realidad


Mi abuelo decía que cuando algo funciona lo mejor es mantenerlo tal y como está. Mi abuelo tenía razón en muchas cosas (bueno, yo siempre lo he creído así) y en esto por supuesto que también creo que estaba en lo cierto. No obstante, vistas las cosas desde una perspectiva industrial o mercantil, una máquina o un utensilio decimos que funcionan cuando mantienen un grado suficiente de productividad, cuando nos da los rendimientos que le pedimos, cuando cumple sin mayores problemas con las expectativas creadas.
A pesar de ello, cuando analizamos con cierto detenimiento (y no siempre lo hacemos cuando las cosas funcionan presuntamente bien) la situación de la empresa respecto a nuestro mercado, nuestra competencia o simplemente, a veces, respecto a la economía general, podemos llegar a observar que siendo buenos los números, las tendencias no son favorables. Esto puede notarse porque se crece pero relativamente más despacio que otros; se mantiene una buena cartera de clientes muy fiel, pero apenas surge cartera nueva; se empieza a aparecer en las zonas medias de los rankings sectoriales cuando nuestra empresa siempre había estado con los de cabeza.
¿Qué está ocurriendo? ¿Se están haciendo mal las cosas? Mal no, pero evidentemente hay que mejorar si se quiere asegurar el nivel de empresa que se desea.
Intuición y análisis
Es en este punto donde la palabra innovación empieza a escucharse y en cierto modo, a cobrar sentido. Y el sentido que nos interesa dar al término no es el que primero nos viene a la cabeza: invento, descubrimiento, creación, revolución incluso. No, no es ese el sentido que debemos otorgar al concepto innovación.
La Real Academia de la Lengua Española (por el momento quien define oficialmente los usos y costumbres del lenguaje) determina para el vocablo “innovar” la acepción: “cambiar o alterar algo, introduciendo novedades”. Y yo añado: para mejorar y, más en concreto, para mejorar en aquellos aspectos que nos interese mejorar.
La invención busca hallar o descubrir algo nuevo. La innovación busca cambiar para mejorar. No tiene por qué ser nuevo. Es más: en la mayor parte de los casos la innovación consistirá en utilizar lo que ya está inventado.
Así pues, llevemos el término innovación al lugar que le corresponde en cualquier empresa (sea del tamaño y dimensión que sea). Al lugar del cambio, de la transformación y de la adaptación. Al lugar de la imaginación aplicada a la realidad, a la efectividad. Al lugar donde se utilicen con soltura palabras como modernizar, enriquecer, adecuar, reaccionar.
Mi abuelo tenía razón: si algo funciona consérvalo; pero si quieres que además mantenga el nivel: renuévalo, sin perder su esencia. Sólo el hecho de querer mejorar ya es innovación.


Ángel Luis Herrero
Socio Consultor en InnoSIB


Foto cortesía de PDPhoto

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