martes, 7 de febrero de 2012

Desorden Moral

No solo no me importa decirlo, sino que me enorgullece poder mostrar mi admiración por Juan Cruz. En su tira de El País del 29/01/2012 emplea este titular para destacar la preocupante falta de moralidad que hay en la política española y, en particular, en algunas regiones y cómo se traslada este sentimiento a la ciudadanía. Es bochornoso ver cómo aquellos gobernantes y personas “ejemplares” utilizan un lenguaje que, a mí particularmente, me da vergüenza: amiguito del alma, te quiero un huevo, te has pasado pueblos con mi regalo, lo nuestro es muy bonito… Para mí, el resultado final estaba cantado, pero eso me da igual: si después de lo oído, leído y visto los ciudadanos seguimos votando a estos “personajes” es que algo pasa en nuestra sociedad.

Si trasladamos esta actitud y aptitud al mundo de los negocios el panorama no es mucho mejor. Es cierto que nos sonrojan los sueldos de ciertas personas y los beneficios de ciertas empresas (aunque ahora están a la baja), las indemnizaciones y pensiones de altos directivos y la forma de la banca de ejecutar los desahucios de aquellos que lo han perdido todo. Y al mismo tiempo, todos estos “elementos” hablan de la responsabilidad de las empresas, de las administraciones, de los directivos y de los trabajadores sin ningún descaro ni, por supuesto, remordimiento. Dickens ya lo describió hace doscientos años, comenta Elvira Lindo en el mismo diario, pero entonces no había tanta conciencia social ni el capitalismo era tan extremo y radical como lo es hoy.

¿Podemos hacer algo? Todos decimos que sí con la boca grande, que esto se resolverá en no mucho tiempo, que no hay mal que dure cien años, pero con la pequeña ponemos algunos “peros” y nos mostramos inseguros ante el futuro próximo. Cinco millones largos de parados son demasiados para que esta sociedad lo soporte y aún así no nos movilizamos. La vida es un poco más triste y aburrida, pero seguimos adelante. Vemos como cada día hay más pobreza, más hambre, más vecinos en el paro, o nosotros mismos nos vemos afectados y lo consideramos como un descanso merecido y que algo encontraré porque estoy “preparado”. Me comentaba esta mañana mi compañera, funcionaria del Ministerio de Justicia, la resignación de los interinos ante las situaciones injustas del día a día de su trabajo, el sometimiento al que se ven abocados por no perjudicar sus expectativas laborales si levantan la voz y el descaro de los superiores (no de todos, también es cierto) a la hora de ejecutar y mandar las labores habituales. Este es, para mí, el principal problema de la crisis: la resignación y el sometimiento.

¿Cómo encajar todo esto con la RSC? No es fácil y creo que no hay soluciones definitivas. Las políticas a aplicar están muy marcadas por el exterior y tenemos muy poco margen de maniobra. Aún así, creo que hay líneas rojas que no se deben superar. Como por ejemplo, todo lo que afecte a la protección social (dependencia, sanidad y educación), lo que afecte a la estabilidad laboral de los trabajadores (sindicatos y representantes, tipos de contratos y flexibilidad real consensuada, no impuesta) y lo que suponemos una gran mayoría: traspasar la moralidad establecida y la ética profesional. Hablamos de corrupción, de fraude, de decencia y de la aplicación de criterios morales establecidos por las varias declaraciones universales en el siglo pasado.

El humanismo no es malo, todo lo contrario, pero si lo llevamos a puntos extremos lo desvirtuamos y lo convertimos en el personalismo y esté, mal entendido, puede ser muy peligroso. Lo mismo ocurre con el capitalismo extremo. La historia nos ha demostrado, hasta ahora, que es el mejor sistema conocido, como la democracia, pero bien aplicado. Llevado a casos extremos genera pobreza, miseria y hambruna, muerte, corrupción, fraude y el todo vale con tal de obtener beneficios.

Debemos desterrar prácticas como las que estamos conociendo estos días en España: Valencia, Madrid, Andalucía, Cataluña…; juicios en el Tribunal Supremo impropios de un país que se llama desarrollado y en otros tribunales varios; políticos que no dicen lo que piensan ni piensan lo que dicen y, aún más grave, lo que hacen. En definitiva: desorden moral.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo!! Parece que la ISC irresposabilidad social corporativa es mas interesante que la RSC
    El mundo no cambiara si nosotros no intentamos cambiarlo.
    Salud

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